DIANE ARBUS
A través del arte
cada cual busca liberar sus demonios particulares. Da rienda suelta a sus
preferencias, sus odios. Desata la metáfora de su miseria interior; libera de
algún modo sus extrañas pasiones, da cuerpo a sus fantasmas y terrores diurnos,
recupera la vigilia con un sol extinto en el alma o con una aurora que a golpe
de cuchillo se abre paso por el escenario de la piel. Diane Arbus, fotógrafa,
lo hizo mediante un conjunto de fotos pobladas con personajes singulares.
Fotografías en las cuales un morbo casi infantil deja escuchar sus acordes.
Fotos en las que lo bituminoso y lo poco común proporcionaban al espectador
trozos de una realidad oculta, velada por muchas capas de normalidad. Diane
Arbus fue a la cacería del lado oscuro de la vida poblada de monstruos
arrebatadamente humanos, de esa vida amueblada de seres estrafalarios y
dramáticos, de seres como sacados de una pesadilla; pero eso sí todo organizado
en la foto con sensibilidad y una emoc iodada sutileza.
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Diane Arbus fue una fotógrafa nacida en Nueva York en 1923 un 14 de marzo. Su verdadero nombre es Diane Nemerov. Arbus es el apellido de su marido Allan con quien se casó con apenas 18 años.
Se adentró en el
mundo de la imagen de la mano de Allan. Ambos se dedicaron a fotografía de moda
y publicaron su trabajo en revistas como Harper's Bazar o Vogue hasta su
divorcio. A mitad de los años 50 y coincidiendo con su separación la fotógrafa
Lisett Model le imparte clases.
Lisett Model
Diane Arbus trataba de mantenerse en los parámetros de madre
normal, pero muy dentro hervían depresiones y miedos que hacían blanco en sus
nervios. Su trabajo fotográfico para ese entonces era rutinario y sin ningún
rasgo estético sobresaliente. Era el año de 1958. La fecha es importante debido
a que es a partir de ese año que su trabajo sufrirá un viraje radical a partir
de su asistencia a las clases de Lisette Model.
Fruto del matrimonio nació Amy Arbus que también se dedica a
la fotografía.
Autorretrato de Arbus y
su hija
Los retratos de Diane Arbus son característicos por los
personajes que fotografiaba. Está muy influenciada por la película
"Freaks. La parada de los monstruos”. Sus fotos las dedica a personas
inadaptadas y a miembros de comunidades marginales. Su documentación de
manicomios, campos nudistas, freaks, seres deformes, y cocktails de la alta
sociedad deja entrever el mensaje de alienación. No hay apenas diferencias
entre dementes y cuerdos, porque todos son parte de una misma sociedad absurda.
A pesar de su timidez compulsiva exploró la otra cara de la
moneda del mundo. En varias ocasiones, y acompañada de otra amiga, se aventuró
por el metro de Nueva York. Los pordioseros, los borrachos y los artistas
callejeros llamaban de manera especial su atención. Pasaba horas estudiando
todos sus movimientos. En mucho de estos safaris de exploración por el metro no
desaprovecha oportunidad para acosar a los exhibicionistas. Patricia Bosworth
señala en la biografía que Diane se convirtió a sí misma en una exhibicionista.
Se masturba con las ventanas abiertas a sabiendas de que los vecinos pudiesen
estar observándola.
Autorretrato de Diane Arbus
Se convirtió en una fotógrafa de culto y su trabajo era
respetado y admirado por fotógrafos de la talla de Avedon y Walter Evans. Por
otro lado su vida, tan convulsa y deforme como los personajes de sus fotos,
formaba ya parte de su mitología.
Más que el impacto estético buscaba efectismo visual.
Intentaba sacudir al espectador. Arbus fue una de sus alumnas más aplicadas y
de seguro escuchó muchas veces la frase preferida de Model: “No pulsen el
disparador hasta que el sujeto que enfocan les produzca un dolor en la boca del
estómago”.
Diane Arbus comenzó a recorrer las peores calles de Nueva
York con su cámara a punto de disparo. En la jungla de asfalto se movía con
sigilo tras sus presas. Sus incursiones, sobre todo a altas horas de la noche,
eran ya una experiencia que la marcaría para el resto de sus días. Su método
fue sencillo: ir al encuentro de lo grotesco, de lo bellamente horrible
Eran fotos en blanco y negro que trabajan exhaustivamente la
luz y las sombras, no obstante los personajes retratados eran tan impactantes
que el espectador se fijaba muy poco en la calidad. Algo de morbo amarillista
tenían estas fotos de Arbus. Sus modelos eran vagos, borrachines, fenómenos de
circo, nudistas, prostitutas, travestidos, parejas de barriadas pobres,
retardados, niños especiales, gemelos, enanos, gigantes, locos y de la más
variada alcurnia como un hombre de Oklahoma que se autoproclamaba como heredero
supremo del trono del Imperio Bizantino. Diane Arbus explica un poco su
relación con estos personajes: “Los monstruos eran una cuestión que yo
fotografié mucho. Fue una de los primeros motivos que fotografié y poseía un
tipo de excitación terrorífica para mí. Yo empecé como a quererlos. Todavía hoy
aprecio y quiero a mucho de ellos. Yo realmente no quiero aseverar que ellos
son en sí mis amigos, sino más bien que ellos me hicieron sentir una mezcla de
vergüenza y temor.
Para retratar nudistas tuvo que visitar algunos campamentos
que fueron un experimento de liberación sexual novedoso en aquellos años. Ella
cuenta más o menos así esta experiencia:
“Los campamentos nudistas eran un asunto nuevo para mí. He
ido a tres de ellos en espacio de años. La primera vez fue en 1963.
Me quedé una semana entera y eso realmente me estremeció.
Era el campamento más granado y por esa razón, por alguna razón, era también el
más patético. Realmente estaba cayéndose en pedazos. El lugar era mohoso y el
césped no estaba creciendo.
Siempre había querido ir pero mi ansiedad no me permitió
atreverme. Recuerdo que para llegar al sitio me fue complicado. El director me
encontró en la estación del autobús, porque yo no tenía un automóvil. Así que
entré en su automóvil y recuerdo que estaba muy nerviosa. Él dijo: ‘Espero
logre comprender que usted ha venido a un campamento nudista’. Le aseguré que
lo entendía perfectamente. Así que nosotros estábamos allí de mutuo acuerdo. Y
entonces él me dio este discurso: ‘Usted encontrará que el tono moral aquí es
más alto que el existente en el mundo externo. La razón para esto tenía que ver
con el hecho de que el cuerpo humano realmente no es tan bonito y cuando usted
lo mira el misterio se lleva en el interior’. Realmente todo aquello me produjo
asombro. Recuerdo que el primer hombre desnudo que observé estaba cortando el
césped tan tranquilo”.
En 1967 se inaugura la muestra “New Sensations” y los
retratos de freaks cazados por Diane provocan distintas reacciones. Algunos
rechazan las fotos de manera rotunda, otros subrayan su tono decadente y de mal
gusto. Los espectadores
más atentos saben que se encuentran ante una fotógrafa inusual. Por esos años
revistas como Harper’s Bazar y Esquire le encargan una serie de retratos de
escritores, actores, actrices y poetas.
Vestía de manera descuidada y en ocasiones hasta lamentable.
Duraba semanas con una misma ropa. Su vida sexual era agitada y en grado sumo
promiscua. Se acostaba indistintamente con hombres y mujeres. Hasta se aseguraba
que en algunas oportunidades tuvo sexo con muchos de los monstruos a los cuales
retrató. Fue especialista en fotografiar orgías. Las depresiones se hicieron
más frecuentes. A pesar de que su reputación de artista siempre fue ascendente
su situación económica fue precaria. La razón era que recibía contados encargos
y muchas de sus fotos, donde dejaba el alma, despertaban todas las admiraciones
posibles, pero las revistas tenían cierto prurito en publicarlas.
A la luz de hoy las fotos realizadas por Diane Arbus siguen
perturbando. Aunque la televisión ha curado a uno de todos los horrores
posibles, el trabajo de la Arbus posee el toque mágico de lo artístico, hay una
insania metódica, lírica y plástica que se eleva por encima de todo amarillismo
mediático. En apariencia son fotos enmarcadas en la normalidad. Por ejemplo
tenemos a una pareja con dos hijos. La madre con uno de meses en los brazos, el
padre sostiene al otro de la mano. El bebé, la mujer y el hombre miran
fijamente a la cámara. Sus expresiones faciales son leves. Lo extraño es el
niño (con la boca abierta) y su mirada perdida. Está esa otra foto de una
pareja normal con un gigantón que roza el techo. Luego tenemos esa otra foto de
una mujer tragándose una espada.
Un 27 de julio de 1971 Diane Arbus se suicidó. Se había
cortado las venas. Además presentaba los síntomas característicos de una
sobredosis de pastillas para dormir, La muerte por suicidio de Diane Arbus abrió
la puerta a numerosas especulaciones sobre su vida y su persona.
La enciclopedia de fotografía americana informa que en el
año 1972 Arbus vendió más cien mil copias de sus fotografías. Este dato muestra
que para el sueño americano el arte válido es aquel que se cotiza bien el
mercado. Diane Arbus fue una fotógrafa de los extremos; los seres que retrató
estaban empañados de una belleza frenética. Sus fotos en alguna medida fueron
ese espejo donde pudo conocer(se) y descifrar(se) esa monstruosidad que en
algunos vive muy bien guardada y en otros escapa a la superficie como una
extraña metáfora que cala los huesos.
Un fragmento de su vida fue llevado a la pantalla grande en
el 2006, por el director Steven Shainberg. Fur: An Imaginary Portrait of Diane
Arbus, es el título de una película de ficción en la que el personaje de Diane
Arbus es protagonizada por Nicole Kidman.
ANALISIS
PERSONAL
Diane Arbus es sin duda alguna el ejemplo de que el
artista a travez de sus obras libera de algun modo sus secretos, sus demonios
personales, su forma de pensar y ver la vida. Devido a una niñes en la que el perfeccionismo y las “buenas
costumbres” formaban parte del dia a dia de una familia adinerada y de alta
sociedad , Arbus al pasar el tiempo y tratar de ser una ama de casa comun y
corriente y mama’ amorosa y ejemplar
quiere liberarse y buscar todo lo contrario a lo que estaba acostumbrada
expresandolo con su camara, con su arte.
Quizas el echo de dedicarse a fotografiar todo lo que
en su niñes le fue prohibido y que de cierto modo le fue aocultado era su
forma de rebelarse y de mandar al diablo
a todo el glamur al que fue acostumbrada. Se nota desde un principio que era
una mujer que estaba en contra de la discriminacion, de los prejuicios y que trataba de decirle a la sociedad en que
vivia que estas personas tambien eran
humanos que eran normales y que ellos no habian escogido nacer asi. Y a su vez demostraba el echo de que la
mayoria de esas personas llamadas perfectas
que fotografio guardaban internamente un monstuo y ella lo lograba
captar con su camara. Diane en su abordaje fue catalogada como una cazadora tan
peligrosa como un niño con una granada, siempre con su camara en mano se
adentraba a los confines de su ciudad natal sin importar los peligros que le
asechaban, conociendo desde prostitutas , vagos etc, algo digno de admirar y si
se quiere de copiar , esto refleja la pasion que sentia al fotografiar .
Resaltando la mirada fija al espectador hacia que sus personajes rompieran la
timides y causaran impacto.
Sin duda alguna Diane Arbus es una fotografa que ha
aportado mucho a la historia de la
fotografia considerada por muchos una de las mejores del siglo xx y entre las diez
mejores de toda la historia.
REINTERPRETACION
FOTOGRAFICA
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