viernes, 14 de junio de 2013

DIANE ARBUS breve historia




                            DIANE ARBUS
      



 A través del arte cada cual busca liberar sus demonios particulares. Da rienda suelta a sus preferencias, sus odios. Desata la metáfora de su miseria interior; libera de algún modo sus extrañas pasiones, da cuerpo a sus fantasmas y terrores diurnos, recupera la vigilia con un sol extinto en el alma o con una aurora que a golpe de cuchillo se abre paso por el escenario de la piel. Diane Arbus, fotógrafa, lo hizo mediante un conjunto de fotos pobladas con personajes singulares. Fotografías en las cuales un morbo casi infantil deja escuchar sus acordes. Fotos en las que lo bituminoso y lo poco común proporcionaban al espectador trozos de una realidad oculta, velada por muchas capas de normalidad. Diane Arbus fue a la cacería del lado oscuro de la vida poblada de monstruos arrebatadamente humanos, de esa vida amueblada de seres estrafalarios y dramáticos, de seres como sacados de una pesadilla; pero eso sí todo organizado en la foto con sensibilidad y una emoc iodada sutileza.
                                                                      
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      Diane Arbus fue una fotógrafa nacida en Nueva York en 1923 un 14 de marzo. Su verdadero nombre es Diane Nemerov. Arbus es el apellido de su marido Allan con quien se casó con apenas 18 años.

                                                         
 Se adentró en el mundo de la imagen de la mano de Allan. Ambos se dedicaron a fotografía de moda y publicaron su trabajo en revistas como Harper's Bazar o Vogue hasta su divorcio. A mitad de los años 50 y coincidiendo con su separación la fotógrafa Lisett  Model le imparte clases.
                                                                         
                                                                         Lisett  Model
Diane Arbus trataba de mantenerse en los parámetros de madre normal, pero muy dentro hervían depresiones y miedos que hacían blanco en sus nervios. Su trabajo fotográfico para ese entonces era rutinario y sin ningún rasgo estético sobresaliente. Era el año de 1958. La fecha es importante debido a que es a partir de ese año que su trabajo sufrirá un viraje radical a partir de su asistencia a las clases de Lisette Model.
Fruto del matrimonio nació Amy Arbus que también se dedica a la fotografía.
                                                            
                                                                Autorretrato de Arbus y su hija

Los retratos de Diane Arbus son característicos por los personajes que fotografiaba. Está muy influenciada por la película "Freaks. La parada de los monstruos”. Sus fotos las dedica a personas inadaptadas y a miembros de comunidades marginales. Su documentación de manicomios, campos nudistas, freaks, seres deformes, y cocktails de la alta sociedad deja entrever el mensaje de alienación. No hay apenas diferencias entre dementes y cuerdos, porque todos son parte de una misma sociedad absurda.


                




A pesar de su timidez compulsiva exploró la otra cara de la moneda del mundo. En varias ocasiones, y acompañada de otra amiga, se aventuró por el metro de Nueva York. Los pordioseros, los borrachos y los artistas callejeros llamaban de manera especial su atención. Pasaba horas estudiando todos sus movimientos. En mucho de estos safaris de exploración por el metro no desaprovecha oportunidad para acosar a los exhibicionistas. Patricia Bosworth señala en la biografía que Diane se convirtió a sí misma en una exhibicionista. Se masturba con las ventanas abiertas a sabiendas de que los vecinos pudiesen estar observándola.


                                                                                      Autorretrato de Diane Arbus

  Se convirtió en una fotógrafa de culto y su trabajo era respetado y admirado por fotógrafos de la talla de Avedon y Walter Evans. Por otro lado su vida, tan convulsa y deforme como los personajes de sus fotos, formaba ya parte de su mitología.

                                                                    
Más que el impacto estético buscaba efectismo visual. Intentaba sacudir al espectador. Arbus fue una de sus alumnas más aplicadas y de seguro escuchó muchas veces la frase preferida de Model: “No pulsen el disparador hasta que el sujeto que enfocan les produzca un dolor en la boca del estómago”.
Diane Arbus comenzó a recorrer las peores calles de Nueva York con su cámara a punto de disparo. En la jungla de asfalto se movía con sigilo tras sus presas. Sus incursiones, sobre todo a altas horas de la noche, eran ya una experiencia que la marcaría para el resto de sus días. Su método fue sencillo: ir al encuentro de lo grotesco, de lo bellamente horrible

                                        

Eran fotos en blanco y negro que trabajan exhaustivamente la luz y las sombras, no obstante los personajes retratados eran tan impactantes que el espectador se fijaba muy poco en la calidad. Algo de morbo amarillista tenían estas fotos de Arbus. Sus modelos eran vagos, borrachines, fenómenos de circo, nudistas, prostitutas, travestidos, parejas de barriadas pobres, retardados, niños especiales, gemelos, enanos, gigantes, locos y de la más variada alcurnia como un hombre de Oklahoma que se autoproclamaba como heredero supremo del trono del Imperio Bizantino. Diane Arbus explica un poco su relación con estos personajes: “Los monstruos eran una cuestión que yo fotografié mucho. Fue una de los primeros motivos que fotografié y poseía un tipo de excitación terrorífica para mí. Yo empecé como a quererlos. Todavía hoy aprecio y quiero a mucho de ellos. Yo realmente no quiero aseverar que ellos son en sí mis amigos, sino más bien que ellos me hicieron sentir una mezcla de vergüenza y temor.



    


                    
Para retratar nudistas tuvo que visitar algunos campamentos que fueron un experimento de liberación sexual novedoso en aquellos años. Ella cuenta más o menos así esta experiencia:

              
“Los campamentos nudistas eran un asunto nuevo para mí. He ido a tres de ellos en espacio de años. La primera vez fue en 1963.

       
Me quedé una semana entera y eso realmente me estremeció. Era el campamento más granado y por esa razón, por alguna razón, era también el más patético. Realmente estaba cayéndose en pedazos. El lugar era mohoso y el césped no estaba creciendo.
Siempre había querido ir pero mi ansiedad no me permitió atreverme. Recuerdo que para llegar al sitio me fue complicado. El director me encontró en la estación del autobús, porque yo no tenía un automóvil. Así que entré en su automóvil y recuerdo que estaba muy nerviosa. Él dijo: ‘Espero logre comprender que usted ha venido a un campamento nudista’. Le aseguré que lo entendía perfectamente. Así que nosotros estábamos allí de mutuo acuerdo. Y entonces él me dio este discurso: ‘Usted encontrará que el tono moral aquí es más alto que el existente en el mundo externo. La razón para esto tenía que ver con el hecho de que el cuerpo humano realmente no es tan bonito y cuando usted lo mira el misterio se lleva en el interior’. Realmente todo aquello me produjo asombro. Recuerdo que el primer hombre desnudo que observé estaba cortando el césped tan tranquilo”.
En 1967 se inaugura la muestra “New Sensations” y los retratos de freaks cazados por Diane provocan distintas reacciones. Algunos rechazan las fotos de manera rotunda, otros subrayan su tono decadente y de mal gusto.                Los espectadores más atentos saben que se encuentran ante una fotógrafa inusual. Por esos años revistas como Harper’s Bazar y Esquire le encargan una serie de retratos de escritores, actores, actrices y poetas.



                                                                                                                                                                                                                                                                                                      Mia Farrow                                                                                                   Borges 
                                                                                                                
Vestía de manera descuidada y en ocasiones hasta lamentable. Duraba semanas con una misma ropa. Su vida sexual era agitada y en grado sumo promiscua. Se acostaba indistintamente con hombres y mujeres. Hasta se aseguraba que en algunas oportunidades tuvo sexo con muchos de los monstruos a los cuales retrató. Fue especialista en fotografiar orgías. Las depresiones se hicieron más frecuentes. A pesar de que su reputación de artista siempre fue ascendente su situación económica fue precaria. La razón era que recibía contados encargos y muchas de sus fotos, donde dejaba el alma, despertaban todas las admiraciones posibles, pero las revistas tenían cierto prurito en publicarlas.

                                                         

A la luz de hoy las fotos realizadas por Diane Arbus siguen perturbando. Aunque la televisión ha curado a uno de todos los horrores posibles, el trabajo de la Arbus posee el toque mágico de lo artístico, hay una insania metódica, lírica y plástica que se eleva por encima de todo amarillismo mediático. En apariencia son fotos enmarcadas en la normalidad. Por ejemplo tenemos a una pareja con dos hijos. La madre con uno de meses en los brazos, el padre sostiene al otro de la mano. El bebé, la mujer y el hombre miran fijamente a la cámara. Sus expresiones faciales son leves. Lo extraño es el niño (con la boca abierta) y su mirada perdida. Está esa otra foto de una pareja normal con un gigantón que roza el techo. Luego tenemos esa otra foto de una mujer tragándose una espada.

                           

Un 27 de julio de 1971 Diane Arbus se suicidó. Se había cortado las venas. Además presentaba los síntomas característicos de una sobredosis de pastillas para dormir, La muerte por suicidio de Diane Arbus abrió la puerta a numerosas especulaciones sobre su vida y su persona.
                                                                 
La enciclopedia de fotografía americana informa que en el año 1972 Arbus vendió más cien mil copias de sus fotografías. Este dato muestra que para el sueño americano el arte válido es aquel que se cotiza bien el mercado. Diane Arbus fue una fotógrafa de los extremos; los seres que retrató estaban empañados de una belleza frenética. Sus fotos en alguna medida fueron ese espejo donde pudo conocer(se) y descifrar(se) esa monstruosidad que en algunos vive muy bien guardada y en otros escapa a la superficie como una extraña metáfora que cala los huesos.
                                                          
Un fragmento de su vida fue llevado a la pantalla grande en el 2006, por el director Steven Shainberg. Fur: An Imaginary Portrait of Diane Arbus, es el título de una película de ficción en la que el personaje de Diane Arbus es protagonizada por Nicole Kidman.
                                                           
                                   ANALISIS PERSONAL
Diane Arbus es sin duda alguna el ejemplo de que el artista a travez de sus obras libera de algun modo sus secretos, sus demonios personales, su forma de pensar y ver la vida. Devido a una niñes  en la que el perfeccionismo y las “buenas costumbres” formaban parte del dia a dia de una familia adinerada y de alta sociedad , Arbus al pasar el tiempo y tratar de ser una ama de casa comun y corriente y mama’ amorosa y ejemplar  quiere liberarse y buscar todo lo contrario a lo que estaba acostumbrada expresandolo  con su camara, con su arte.
Quizas el echo de dedicarse a fotografiar todo lo que en su niñes le fue prohibido y que de cierto modo le fue aocultado era su forma  de rebelarse y de mandar al diablo a todo el glamur al que fue acostumbrada. Se nota desde un principio que era una mujer que estaba en contra de la discriminacion, de los prejuicios  y que trataba de decirle a la sociedad en que vivia  que estas personas tambien eran humanos que eran normales y que ellos no habian escogido nacer asi.  Y a su vez demostraba el echo de que la mayoria de esas personas llamadas perfectas  que fotografio guardaban internamente un monstuo y ella lo lograba captar con su camara. Diane en su abordaje fue catalogada como una cazadora tan peligrosa como un niño con una granada, siempre con su camara en mano se adentraba a los confines de su ciudad natal sin importar los peligros que le asechaban, conociendo desde prostitutas , vagos etc, algo digno de admirar y si se quiere de copiar , esto refleja la pasion que sentia al fotografiar . Resaltando la mirada fija al espectador hacia que sus personajes rompieran la timides y causaran impacto.
Sin duda alguna Diane Arbus es una fotografa que ha aportado  mucho a la historia de la fotografia considerada por muchos una de las mejores del siglo xx y entre las diez mejores de toda la historia.








                      REINTERPRETACION FOTOGRAFICA


 


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